Bien podría sonar a corresponsalía de guerra, a pie de trinchera, en el Desembarco de Normandía. Pero no fue el caso. El belicismo disparaba entonces a un partido de fútbol y era el diario ABC el que así transmitía la victoria de España frente a la Unión Soviética en la final de la Euro de 1964 (Copa de Europa de Naciones entonces). 52 años antes de la edición 2016, que tendrá lugar a partir del próximo junio, España lograba su primer triunfo continental.

Más allá de que el del año 64 fuera el primer escarceo español con la eternidad, aquella final quedó recogida en los manuales de estilo de la propaganda política aplicada al deporte. La dictadura del general Francisco Franco disfrazó la victoria española como una nueva reafirmación frente al invasor comunista. A fin de cuentas, fue un triunfo ante la URSS, cabecilla de los sistemas socialistas en el mundo y enemigo inefable del Movimiento Nacional español en el siglo XX. La final, además, llegó pocos días después (21 de junio de 1964) del 25 aniversario del final de la Guerra Civil. Así, el partido se enfocó como un nuevo cartucho para fusilar al discrepante marxista. No demasiado se ha escarbado sobre el trasfondo ideológico del torneo, que se disputaron dos sistemas felizmente irreconciliables. Y antes de meter el bisturí en profundidad, vale la pena recordar que hasta tal punto llegaba el disgusto de Franco por medirse a países comunistas que, cuatro años antes (Euro de 1960), el dictador español prohibió a un equipo nacional irrepetible (Luis Suárez, Kubala, Di Stefano o Gento al frente de la columna) jugar ante la propia URSS en cuartos de final. Como consecuencia, el combinado español fue descalificado y la URSS terminó levantando el torneo. No solo enemigo y comunista, en la final de 1964 esperaba el campeón.

Aprovechar la ocasión

A punto estuvo de ordenar Franco una nueva retirada, pero el Ministro Secretario General del Movimiento, José Solís Ruiz, medio ‘engañó’ al dictador para que no prohibiese el partido. Esta confesión fue reconocida por el exministro años más tarde. Sin huida previa esta vez, Franco aprovechó la victoria (2-1 en la final) para empapelar España con la supuesta nueva lección que la patria había infligido al equivocado púgil comunista. La prensa no era excepción. “Por encima de sus evidentes valores deportivos, esta final de la Copa de Europa tiene una extensa significación cívica y política que solo los miopes empecinados pueden ignorar”, continuaba el ABC solo un día después del partido. El discordante soviético había vuelto a ser sometido 25 años después. Ése fue el prisma desde el que enfocaron los ojos de Franco y también el que se transmitió a la población española.

El camino a la final

Con menos brillo que la de 1960 (primera Eurocopa), España llegaba al torneo de 1964 con Luis Suárez y José Villalonga (técnico español más fértil de la época) al mando de la hueste. Suarez había ganado la Copa de Europa con el Inter ese año y era la principal figura de un equipo en el que también coincidían Iribar, Zoco, Gento, Amancio, los Magníficos Marcelino y Lapetra; y Pereda o Rivilla. Por aquel entonces, el formato del torneo dictaba que solo las semifinales y final se disputaban en territorio anfitrión. La estructura era de ida y vuelta —excepto la ronda preliminar — hasta esa fase final. España se ventiló a Rumanía sin problemas (6-0) en la primera ronda. Después, Irlanda del Norte exprimió casi hasta el desfallecimiento al equipo español. Un gol de Gento en Windsor Park abrió las aguas hasta cuartos de final. Entre los ochos mejores, Irlanda fue pura formalidad (5-1 y 2-0), para llegar a semifinales ante la potente Hungría. 100.000 personas y el Santiago Bernabéu vieron cómo la moneda al aire de la prórroga liquidó al país magiar. España estaba en una final a la que también se apuntaba la Unión Soviética. Cuatro años después de no haber permitido a España medir fuerzas con la URSS, Franco la tendría a su puerta; con la final en Madrid y media Europa evaluando desde el catalejo el desarrollo social y político de España.

El rival

Deportivamente, la URSS ahuyentaba el hipo. Bastaban Lev Yashin — endiosadamente conocido como La Araña Negra y Balón de Oro recientemente— u Ole Madsen, récord goleador en la fase previa con 11 tantos (superado por Davor Suker años después), para incubar preocupación. Además, el combinado soviético jugaba de manera muy compacta, con táctica marcial y defendía el título conseguido en la primera Copa de Europa de Naciones. Tal era la obsesión política del Estado español con lo que representaba el equipo ruso que, tras la final, habiendo entrevistado a Yashin el periodista español Joan Armengol, el Gobierno franquista exigió saber de inmediato qué había dicho el mejor jugador de los comunistas. Los comentarios, para desilusión propagandística, eran solo futbolísticos.

El rival Deportivamente, la URSS ahuyentaba el hipo. Bastaban Lev Yashin — endiosadamente conocido como La Araña Negra y Balón de Oro recientemente— u Ole Madsen, récord goleador en la fase previa con 11 tantos (superado por Davor Suker años después), para incubar preocupación. Además, el combinado soviético jugaba de manera muy compacta, con táctica marcial y defendía el título conseguido en la primera Copa de Europa de Naciones. Tal era la obsesión política del Estado español con lo que representaba el equipo ruso que, tras la final, habiendo entrevistado a Yashin el periodista español Joan Armengol, el Gobierno franquista exigió saber de inmediato qué había dicho el mejor jugador de los comunistas. Los comentarios, para desilusión propagandística, eran solo futbolísticos.

Once inicial de España en la final, formado por: José Ángel Iribar, Feliciano Rivilla, Ferrán Olivella, Isacio Calleja, Ignacio Zoco, Josep María Fusté, Amancio Amaro, José María Pereda, Marcelino Martínez, Luis Suárez y Carlos Lapetra


“¡Franco, Franco, Franco!”

Franco presidió la final desde el palco. Para obtener una dimensión de lo que implicaba su comparecencia (había acudido a un partido con la URSS comunista enfrente), destacamos que diversos diarios italianos — La Gazzeta dello Sport entre ellos— ilustraron al dictador en su portada del día siguiente. ¡En lugar de imágenes del propio partido! La estratagema del jefe de estado español no estaba exenta de riesgo. Derrotar al enemigo, sí, pero ¿y si Franco hubiera tenido que entregar el trofeo al brazo deportivo del comunismo? Algo así como cuando Adolf Hitler coronó a Jesse Owens — atleta de raza negra — como rey de los Juegos de Berlín (1936). El enemigo estaba en casa y podía salir a hombros. Era favorito al menos. Acompañado por Carmen Polo, su esposa, y Agustín Muñoz Grandes, vicepresidente del régimen y que luchó contra la URSS junto a la División Azul, la entrada de Franco en el Santiago Bernabéu fue delirante.
“¡Franco, Franco, Franco, Franco!”, describieron los diarios de la época como comparsa acompañante del dictador en su entrada al Santiago Bernabéu. Entre 70 y 100 mil locales cacareaban enardecidos desde la grada. “Viva España y viva Franco” era la proclama. Todo un alarde de patriotismo y consolidación ideológica ante los ojos de Europa y con el enemigo hospedado en trinchera propia. Antes de empezar a jugar, el partido estaba ganado para Franco y el régimen español. El remojón doctrinario fue un éxito.

Franco, en el palco del Bernabéu. Foto: Interviu.es


Los jugadores

El curso del partido es historia del deporte español. La exhibición cabeceadora de Marcelino (puso el 2-1 final) hizo desfilar a la Selección bajo el arco de la victoria por primera vez. Da la casualidad de que Marcelino fue seminarista en su adolescencia. El argumento propagandístico se publicaba solo: Dios estaba del lado de España.

Triunfo antes de jugar y también después de hacerlo. El ingrediente propagandístico estaba, tras el partido, maduro para recorrer España. Franco entregó el trofeo continental a Olivella, capitán español, empezando éste a documentar el triunfo político. “Esta victoria se la ofrecemos en primer lugar al Generalísimo Franco, que ha venido esta tarde a honrarnos con su presencia y animar a los jugadores, quienes han hecho lo imposible por ofrecer al Caudillo y a España este sensacional triunfo”, dijo Olivella, cuando aceptó la copa de manos de Franco.

Olivella levanta la Copa de Europa de Naciones en el Santiago Bernabéu. Imagen: Sport.es


El dictador pudo respirar calmo. La Euro 1964 no salió de España, evitando así una infeliz ofrenda al probable campeón comunista. 44 años antes de nuestro segundo gran capítulo internacional (Euro 2008), llegó la primera epopeya del fútbol español. Quizá algo enturbiada por el acento franquista pero sin dejar de ser un capítulo memorable para el deporte nacional. Fútbol y política se fundieron para homenaje y júbilo de un país y un dogma político.

Es posible ver el partido completo entre España y la URSS aquí

MIGUEL GAITÁN (@MGaitanMarq), colaborador de Retrofootball

Fuentes consultadas: Uefa.com, ABC.es, Diarios de Fútbol, Eurocopa.de, Eurosport.es